Mi primer encuentro con la aromaterapia ...
Ese jueves me paré frente a una vidriera llena de libros y cosas antiguas. Desde una puerta de madera fileteada con campanillas de bronce salían aromas frescos y florales que me invitaban a ingresar a otra dimensión.
Ese fue mi primer encuentro con los aromas. En un local pequeño sobre la calle corrientes donde atendía una vieja mujer con un gato blanco.
En aquel local también habían libros, ese aroma a viejo mezclado con café y sabiduría de biblioteca.
Yo me dejé llevar por las fragancias naturales en el aire de aquel local hacia un estantería llena de frascos aromáticos.
Estaban casi escondidos, y a sorpresa mía no había más aromas que el de aquellos frascos jugando con los libros viejos y algunas otras antigüedades.
Estaban casi escondidos, y a sorpresa mía no había más aromas que el de aquellos frascos jugando con los libros viejos y algunas otras antigüedades.
Yo buscaba un poco de paz en medio de una ciudad aturdida de ruido y también aturdida de mi misma. Me senté a leer un libro aunque mi mayor deseo era seguir sintiendo esos aromas. Cuando salí me sentí renovada, sentí que por un momento me aislé del mundo y me encontré conectada a otro tiempo.
La aromaterapia me atrapó desde aquel primer momento. Vino para quedarse y acompañarme en los días de la vida.
Para aclararme muchas respuestas y para hacerse hoy indispensable.
Para aclararme muchas respuestas y para hacerse hoy indispensable.
Algo de ese recuerdo siempre llega con los vientos de otoño y en cada aceite esencial que destapo.
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